martes, 23 de septiembre de 2008
Ahora estoy leyendo...
Al Faro, de Virginia Woolf

Podría ser la historia de un cuadro, el recuerdo recurrente de un verano, el retrato de una familia de la época victoriana tardía, el análisis del pasado, una reflexión acerca de las luces y sombras de las personas, de lo complicado de las relaciones interpersonales, de lo efímero y lo duradero… Y también podría ser todo ello junto.
Se dice que “Al Faro” es la más autobiográfica de las novelas de Virginia Woolf y, de hecho, revisando su biografía (hay una bastante buena, escrita por su cuñado, Quentin Bell, disponible en castellano), se pueden establecer muchos paralelismos entre la familia Ramsay que protagoniza la novela y la familia Stephen (apellido de soltera de Virginia Woolf).
Los Ramsay pasan el verano en un pueblecito de pescadores de la isla de Skye, en Escocia. Mrs Ramsay planea una excursión al faro de la localidad que no llega a realizarse hasta pasados diez años, cuando ella ya ha muerto. A lo largo de la novela descubriremos a sus ocho hijos y a Mr Ramsay, un intelectual egocéntrico que, cuando no pasa el tiempo elucubrando acerca de lo humano y lo divino en busca de la verdad, reclama, de una forma tiránica y dependiente, las atenciones de cuantos le rodean, especialmente de su esposa. Alrededor de esta familia se mueve una nube de artistas que contribuirán a crear un peculiar ambiente en la casita de verano en la que residen como invitados.
Este no es un libro de argumento y quien busque aventuras y desenlaces rápidos, se va a sentir decepcionado con esta novela. Incluso es posible que la cierre y la abandone para siempre después de haber leído tres capítulos. Pero reducir mi opinión a esto sería hacerle poca justicia tanto al libro como a la escritora.
“Al Faro” no es una novela al uso, sin embargo sí es un gran libro. Pero es que tampoco Virginia Woolf era una escritora al uso. Basta leer unas cuantas cosas de ella para darse cuenta de ello.
Quizás la mejor forma de aproximarse a esta novela sería poner nuestra mente en el “modo subconsciente”. Y me explico: Si bien es cierto que “Al Faro” no tiene un argumento claro, o no tan explícito como el de una novela común, no es menos cierto que la trama se construye siguiendo el errático hilo del pensamiento de cualquiera de los personajes. Unas veces nos encontraremos suspensos del tercer destello del faro junto con Mrs Ramsay, otras sentiremos cómo nos hierve la sangre ante una nimiedad, como le sucede a Mr Ramsay. Sentiremos la rabia de James cuando su padre dice que hará mal tiempo al día siguiente y no podrán ir al faro. Y también nos quedaremos perplejos, como Lily Briscoe, ante un lienzo en blanco en el que parece estar la clave de la esquiva personalidad de Mrs Ramsay.
Esta forma de escribir tuvo su auge durante la era modernista, justo cuando las teorías del subconsciente de Sigmund Freud vinieron a desmontar la idea de una mente íntegra, totalmente controlable, trayendo con ello un yo fragmentario en el que podía haber tantas luces como sombras. A raíz de estas teorías surgieron otras que afectaron a la estética del periodo. Algunos escritores, como Woolf o Joyce pusieron en práctica el seguir el hilo de los pensamientos (ya William James había sugerido esta teoría –stream of consciousness- que su hermano Henry James dio por válida aunque no la aplicara en sus novelas con el mismo atrevimiento y la misma frescura que los modernistas), que podía bien manifestarse en forma de monólogo interior, bien en un estilo libre indirecto. Este último era el que utilizaba Woolf, quien contaba lo que cada personaje iba desarrollando en su cabeza en tercera persona, -omitiendo ciertas coletillas como “dijo” o “respondió”, dejando al narrador omnisciente en la sombra- siguiendo el curso de sus pensamientos y saltando de un personaje a otro con la agilidad de una ardilla que salta de una rama a otra.
Esta forma de escribir requiere del lector un esfuerzo intelectual distinto del requerido para leer otras novelas, puesto que para entender bien lo que se relata hay que ponerse en los zapatos del personaje y estar dispuesto a saltar de pensamiento en pensamiento y de personaje a personaje de forma parecida a como lo hacemos cuando estamos medio dormidos, en ese intervalo de duermevela durante el cual asociamos con toda libertad las ideas más disparatadas sin despeinarnos.
Cuando somos capaces de dejarnos mecer por el subconsciente de los personajes que habitan en esta casita de veraneo es cuando podemos disfrutar de “Al Faro” y comprender que no estamos ante una forma de escribir convencional, sino al contrario. No en vano Virginia Woolf fue uno de los escritores que revolucionó la literatura de su época a fuerza de innovar, de jugar con el lenguaje, las imágenes y la asociación de ideas. Puede que esto no convierta sus libros en novelas de aventuras, fáciles de leer y entender, pero su contenido psicológico y el respaldo estético y teórico que la propia escritora ya había desarrollado, les confiere una fuerza de la que otro tipo de novelas carecen.
“Al Faro”, por Virginia Woolf. Edición y traducción de Dámaso López. Letras Universales, 273. Cátedra. Madrid, 1999. ISBN: 84-376-1697-2
martes, 16 de septiembre de 2008
Historia de un Ex Libris

